Hace unos días subí a un taxi y, aunque suelo aprovechar el viaje para ver correos y leer las noticias, esta vez la conversación con el taxista me atrapó por su peculiar comentario sobre un tema coyuntural del que mucho se hablaba por esos días: los constantes cambios de ministros en el sector Cultura y el escaso interés que eso evidenciaba en este ministerio. El señor taxista me comentó que para él Cultura era el sector más importante de todos, y que creía que por ignorancia no se valoraba nuestra riqueza cultural. Pero lo que más llamó mi atención fue la claridad con la que planteó algo que casi nadie suele ver, señalando que “no sólo hay que ver todo el patrimonio que nos dejaron nuestras culturas del pasado, sino también lo que tenemos hoy en día, nuestra cultura que sigue viva”.  

Al llegar a mi destino me quedó dando vueltas en la cabeza esta pregunta: ¿Por qué eso que es tan claro y lógico para este señor no lo es para quienes tienen en sus manos la posibilidad de darle a nuestra cultura el peso y la relevancia que tiene?

Nuestra cultura, que se expresa en las sorprendentes construcciones arquitectónicas y en toda la producción arqueológica que hoy tenemos de nuestros antepasados, en la diversidad de tradiciones y expresiones artístico-culturales a lo largo de todo el país, en los conocimientos y tecnologías heredadas de los antiguos, y en nuestras culturas y lenguas vivas, que conservan todavía miles de comunidades; sin duda es lo que nos hace únicos en el mundo. Esta singular riqueza cultural, ancestral, milenaria, que se mantiene aún viva, constituye un potencial de desarrollo que no estamos mirando en su real dimensión. Hay una especie de miopía política sobre la cultura que está frenando tal vez las posibilidades de un mayor desarrollo económico, más sostenible e inclusivo.

Tenemos ya un ejemplo palpable: la cocina peruana. El día que nuestros cocineros y chefs dejaron de imitar la comida de otros países y empezaron a mirar la cocina de las abuelas, de las familias peruanas de las diferentes regiones; cuando empezaron a mirar además los productos más autóctonos, como nuestras papas nativas, nuestros ajíes, nuestros granos andinos, y a partir de estas recetas y con estos productos innovaron e hicieron fusiones con otros sabores e ingredientes; fue ahí cuando lograron dar el gran salto, y la comida peruana se convirtió en lo que es hoy: un potencial de desarrollo, que según datos de Apega, llega a mover anualmente más del 10% del PBI.

Eso que ha pasado con la cocina peruana, es lo que nos toca hacer hoy con otros elementos de nuestra cultura, que se expresa de múltiples formas.

Por un lado está todo lo que constituye nuestro patrimonio arqueológico e histórico, que aunque decimos que lo valoramos y nos sentimos orgullosos de él, cientos de los monumentos y restos están sin mayores recursos para su adecuado mantenimiento y puesta en valor. Tenemos sitios arqueológicos que esperan desde hace décadas para ser estudiados y que guardan miles de años de historia y de riqueza cultural por descubrir. Por otro lado, están también nuestros Museos a lo largo y ancho del país, todos con necesidades urgentes de mejor infraestructura, mantenimiento y, sobre todo, de tecnología para un óptimo cuidado, protección e interpretación de las maravillas arqueológicas que guardan. En todos los casos, son activos poco aprovechados y con grandes posibilidades de dar mejores servicios articulando, por ejemplo, el pasado con las culturas vivas presentes en cada ámbito del territorio en el que se ubican.

Existe un sinfín de potencialidades también en el ámbito de las industrias culturales, en el que se ha avanzado tanto en el reconocimiento y apoyo a los artistas y gestores culturales, como en la promoción de las diversas expresiones artísticas. Con un poco más de presupuesto para las producciones regionales en literatura, artes escénicas y plásticas, las posibilidades de nuevos productos de alta calidad son infinitas. Ahí tenemos otro ejemplo del potencial cultural y económico de nuestra cultura: el cine peruano. ¿Es casual que las películas que han logrado más premios y reconocimientos internacionales sean aquellas que precisamente abordan aspectos profundos de nuestra cultura? Películas como La teta asustada, Wiñaypacha y Retablo, que si bien plantean temas universales, sus historias están construidas y entretejidas con elementos propios de la cultura y la cosmovisión andinas. Las dos últimas, además, producidas íntegramente en aimara y quechua respectivamente.

También están nuestras culturas vivas que conservan sus formas de vida, conocimientos y tecnologías milenarias, culturas tan ricas y tan olvidadas a la vez. En el Perú conviven 55 pueblos indígenas que hablan 48 lenguas, y una importante población afroperuana, las que en conjunto han aportado y siguen aportando a lo que es hoy la diversidad y riqueza cultural del país. Pueblos y ciudadanos que han logrado sobrevivir a cientos de años de historia caracterizada por la exclusión, el maltrato, la minusvaloración y, por ende, la discriminación y el racismo.

Ver a nuestra cultura como un potencial de desarrollo no sólo es ver el patrimonio arqueológico y del pasado, sino también a nuestras culturas vivas en el presente. Estos pueblos, tanto andinos, como amazónicos, costeños y afroperuanos, son los guardianes del conocimiento más rico y, hoy ya demostrado, más pertinente y sostenible sobre el manejo de nuestro complejo territorio. Atesoran la sabiduría para aprovechar de forma amigable la inmensa variedad de los recursos del bosque y de los ríos y lagos amazónicos, así como tecnologías increíblemente sofisticadas de manejo del agua, de los suelos y de la agrobiodiversidad, tanto en las alturas andinas como en los valles y en la costa. Estos conocimientos y tecnologías ¬–de baja huella ambiental, y amigables con la tierra y la biodiversidad– son hoy más valiosos que nunca, pues cumplen los estándares que hoy exigen de forma creciente los mercados globales y los compromisos internacionales que ha asumido el Perú.

Estos pueblos también son los creadores de la innumerable variedad de música, canto, danza y vestimentas que expresan una cosmovisión y encierran saberes relacionados con eventos productivos y sociales. De originales instrumentos musicales sin igual. Y aquí una muestra más de como nuestra cultura tiene un enorme potencial de desarrollo: En la inauguración de los Juegos Panamericanos pudimos mostrarle al mundo no sólo la diversidad de la música y la danza del Perú, sino toda una estructura cultural que mostraba nuestra historia y las cosmovisiones de sus pueblos, así como un conjunto de simbolismos que dejaron maravillados tanto a peruanos como a extranjeros. Pasamos de mostrar nuestro folklore, a mostrar de manera integral los elementos más profundos de nuestra cultura, como lo que significan los Apus, la ofrenda a la Pachamama, el tejido de colores que va conformando las mezclas y matices de nuestra diversidad, el poema en las 48 lenguas, entre muchos otros detalles que en conjunto mostraban la complejidad y riqueza de lo que somos hoy como país.

Es una muestra más de cómo cuando empezamos a mirar y revalorar lo nuestro, a crear y recrear a partir de lo propio y mostrando lo más profundo de nuestra cultura, damos el salto y captamos la atención y la admiración del mundo.

Ahora bien, dentro de todo ese universo de lo que llamamos ‘cultura’ tenemos que dar una mirada crítica a la situación actual de los pueblos indígenas y afroperuanos en el Perú. La deuda histórica con ellos sigue siendo muy grande, y aunque hay avances importantes en algunas políticas públicas que los favorecen, sobre todo en los últimos años, lo cierto es que el impacto real en el mejoramiento de su calidad de vida, y en su bienestar personal y colectivo, sigue siendo mínimo.

De cara al Bicentenario de nuestra independencia, ad portas de conmemorar los 200 años de vida republicana, es fundamental saldar esta deuda histórica con estos pueblos, pero esto debe hacerse no de manera asistencialista, sino precisamente reconociendo sus valores y capacidad para generar riqueza desde sus conocimientos ancestrales y tecnologías milenarias aún vigentes. El aporte que estos pueblos y sus culturas ofrecen al país está todavía por ser mejor aprovechado y puesto en valor desde las esferas socioeconómicas.

Perú, país de grandes culturas, tiene todo para lograr un desarrollo más equitativo e inclusivo si convierte lo mejor que tiene, su cultura, en uno de sus pilares para el desarrollo.


(Foto: Ministerio de Cultura)